miércoles, 2 de diciembre de 2015

Las cosas buenas están por llegar

Y cuando le conocí a él, mi mundo cambió.
Las clases dejaron de aburrirme.
Las dificultades eran menos cuando él estaba ahi para ayudarme.
Aún así no funcionó.
Todos diciendo que juntos duraríamos pero ninguno de nosotros se atrevió a pedírselo al otro.
Noches llorando.
Días felices.
No conseguía esconder esa sonrisilla tonta que me salía cuando pasaba por delante de mí.
Estoy segura que él solo quería una amiga.
El resto del mundo lo negaba.
Y no, no estaba loca, pero le conocía bien como para darme cuenta.
También estaban los comentarios de la gente por medio.
Pero eso ya no me importaba tanto como al principio.
Cada noche soñaba que la perdía con él.
Quería que pudiera ser mi primera vez.
Estaba segura de que no lo iba a conseguir nunca.
La vida es muy puta.
Perdimos la relación cuando crecimos.
Un día nuestras vidas se cruzaron sin haberlo previsto antes.
Me sorprendí.
No parecía haber perdido su muchedad.
Eso que le distinguía del resto.
Las palabras adecuadas salieron de mi boca.
Como si las llevara planeando años.
Salimos a tomar una copa.
Una cosa llevó a la otra.
Acabé en su cama.
Fue mi sueño.
Al despertar, él en calzoncillos.
Yo con su camisa que me venía de vestido.
Ideal.
Nos despedimos y me fui.
Antes de llamar al ascensor me giré.
Comprendí que ahora no podía dejarle ir como unos años atrás.
Si se lo decí, mi voz temblaba.
Dejarle una nota en la puerta fue mejor idea.
Tan solo ponía una fecha.
No sabía si lo recordaría.
Al cabo de dos días recibí una llamada suya.
Pero no habló.
Se oía un ligero sonido.
Parecía una canción.
Era mi canción preferida.
Se acordaba.
Colgué y automáticamente fui camino a su casa.
Corriendo con tacones.
Él me esperaba.
Sabía lo que esa canción significaba para mí.
Una mirada.
Un suspiro.
Risas.
Más risas.
Una declaración.
Comenzó con un triste principio.
Acabó con un final feliz.
De esos que comen perdices.


LSD



No hay comentarios:

Publicar un comentario